En los últimos 10 años, he analizado cientos de estudios sobre docenas de temas de nutrición, ejercicio y salud.
Y he recibido cientos de preguntas de clientes, lectores, familiares y amigos.
Frecuentemente, la conclusión de mis análisis y la respuesta a muchas de las preguntas es “da igual”, “casi no importa”, “es en gran medida irrelevante”.
Por ejemplo:
¿Cuál es la mejor forma de cocinar verduras para maximizar sus nutrientes?
Es irrelevante, solo come verduras.
¿Cuál es la mejor manera de organizar cardio y entrenamiento de fuerza en mi semana?
Da igual, practica ambos de una forma que te guste y que se ajuste a tus horarios.
¿Cuántas series y repeticiones debería de saber?
Casi no importa, lo que importa es que apliques la sobrecarga progresiva.
¿Es mejor hacer 14, 16 o 18 horas de ayuno?
Da igual, lo que se te haga más sencillo de seguir.
¿Cuántas veces debería de comer al día?
Las que puedas seguir consistentemente y que se ajusten a tus niveles de hambre. Ninguna cantidad de comidas diarias es mejor que otra.
Qué fruta es más saludable, ¿moras azules o plátano?
Son frutas, ambas son saludables.
¿Es mejor hacer HIIT o cardio de baja intensidad?
Ambas maneras son útiles. Haz la que más te guste y, si puedes, practica las dos.
Nos preocupamos por pequeños detalles como los anteriores porque queremos encontrar la mejor y más eficiente manera de cuidar de nuestro cuerpo y salud.
Queremos optimizar.
Pero, ¿realmente qué tanto ayuda esta búsqueda por optimización?
Para atletas profesionales, claramente beneficia. Una mejora de un 1-2% puede hacer la diferencia para obtener la medalla de oro. Aquí los pequeños detalles sí importan.
Pero para el resto de nosotros, el beneficio es, si acaso, minúsculo.
Si no te dedicas a tu cuerpo y, en cambio, tu meta es gozar de salud y bienestar para así disfrutar tu vida, no necesitas optimizar.
En el peor de los casos, la búsqueda de optimización puede ser contraproducente.
Por un lado, puede conducir a parálisis por análisis.
Cuando no podemos determinar cuál es el mejor camino a tomar (y a veces ninguno es mejor que otro), nos paralizamos y no tomamos ninguno.
Por otro lado, comúnmente nos distrae de los fundamentos que realmente importan.
En lugar de enfocarnos en comer suficientes verduras de una variedad de colores, nos preocupamos en si comerlas congeladas o frescas es más nutritivo.
En vez de enfocarnos en aplicar la sobrecarga progresiva, nos estresamos en si el orden de ejercicios que seguimos es el óptimo.
Por último, la búsqueda de optimización le puede robar el placer al proceso de cuidar de nuestro cuerpo y salud, un proceso que nunca acaba.
En lugar de disfrutar un delicioso platillo saludable o el andar en bicicleta, nos cuestionamos si esta es la óptima manera de comer o hacer ejercicio, si pudiéramos haber hecho una mejor combinación de macronutrientes o si hubiera sido mejor hacer intervalos de alta intensidad.
Y estos cuestionamientos a su vez no alejan de realmente estar en la experiencia de comer y andar en bicicleta.
Y si no estamos en la experiencia, no la podemos disfrutar.
Lo curioso es que el deseo de optimizar todas las variables que influyen en nuestra salud, y llegar a un estado estático en el que todo esté en perfecto orden y armonía, es una meta inalcanzable. No ocurrirá.
Tu cuerpo no es un proyecto de ingeniería que requiere de optimización y eficiencia.
Sí, busca fortalecerte y nutrirte para lograr y mantener un buen estado de salud que te permita desenvolverte adecuadamente en las diferentes áreas de tu vida.
Pero deja de invertir tanto tiempo y energía debatiendo pequeños detalles como si es mejor comer espinacas o lechuga.
Reconoce que está bien actuar de forma imperfecta y subóptima.
En realidad, esta es la única manera que es sostenible.