Vivo con dolor crónico.
Lo he mencionado brevemente en algunas ocasiones, más no he elaborado mucho sobre el tema.
Muchas personas que presentan algún tipo dolencia o afección física imaginan que todo mundo felizmente goza de perfecta salud, y esta falsa percepción tiende a incrementar su sufrimiento.
Esto me ha motivado a compartirte un poco más sobre mi experiencia junto con algunas reflexiones sobre la enfermedad.
Es mi esperanza de que pueda serte útil.
Mi dolor comenzó hace 8 años.
Primero en la cadera izquierda, luego en la derecha.
Tuve cirugía para resolver el problema físico –pinzamiento femoroacetubular con desgarre del labrum– más el dolor empeoró al grado de ser incapacitante. Sentarme era difícil, abrocharme las agujetas era difícil, caminar era difícil, y ni se diga hacer ejercicio.
En algunas ocasiones llegué a sentirme inválido, y el hecho de verme como un entrenador que no se podía mover empeoraba mi sufrimiento.
Con mucha terapia física y psicológica, he mejorado considerablemente.
Ahora percibo al dolor como una incómoda molestia que va y viene en olas de diferente intensidad.
Y aún tengo algunas limitaciones que me impiden realizar ciertas actividades físicas –por ejemplo, aún no puedo correr–, más mi vida ha regresado a cierta normalidad.
Te comparto esto porque es relevante a la pregunta central que trato de responder aquí en Fitness Vitae:
¿Cómo podemos mejorar nuestro cuerpo y salud para vivir bien y disfrutar nuestras vidas?
Y no es posible responderla satisfactoriamente si ignoramos los desafíos que muchos de nosotros presentamos (o presentaremos) en nuestra salud.
Pero es algo que comúnmente hacemos.
Como escribe el filósofo Kieran Setiya en su libro La vida es difícil, nuestra afinidad por el «poder del pensamiento positivo» nos implora a no enfocarnos en dificultades –incluso a reprimirlas–, sino en solo soñar con la vida que queremos.
Setiya argumenta que este enfoque es incorrecto. Y concuerdo.
Un paso en el cuidado de nuestro cuerpo y salud es reconocer plenamente las dificultades y limitaciones actuales, pasadas y potenciales en nuestro cuerpo y salud.
Están mis 8 años con dolor crónico.
En estos momentos una de mis mejores amigas pasa por su segundo ciclo de quimioterapia.
Otro de mis más cercanos amigos, quien también vive con dolor, está preparándose para cirugía.
Mi hermano tiene casi dos décadas con una condición médica que limita su audición.
Un tío tiene Parkinson.
Mi hermana se recuperó de lo que pudiera haber sido un fatal accidente en bicicleta.
Mi madre, al igual que yo, tuvo un debilitante episodio de depresión en algún punto de su vida.
Otro tío sobrevivió de cáncer.
Comparto estos casos no porque considere que las personas cercanas a mí estemos inusualmente afectadas, sino porque estoy seguro de que no es el caso.
Casi todos hemos tenido (o tendremos) transitorias afecciones debilitantes.
Y todos conocemos a alguien que tiene o ha tenido cáncer, dolor crónico o alguna limitante condición de salud.
Es parte de la condición humana.
Pero lo que comúnmente hacemos es negar este hecho.
Cuando alguien pasa por un momento difícil de salud una respuesta común es decir algo como: “No te preocupes, todo va a estar bien” o “¡Ánimo! Échale ganas”.
Pero esto rara vez consuela.
Mientras que el comentario puede ser bien intencionado, es una forma de negación.
Lo que se necesita no son “ánimos” ni “consejos”, sino reconocimiento.
Reconocimiento de que esa infortuna y adversa experiencia es lo que se está viviendo en ese momento.
Reconocimiento de que las adversidades en salud son parte de la vida, son parte de tener un finito cuerpo de carne y hueso.
Sí, puedes hacer todo lo posible por hacer al cuerpo fuerte, robusto, “anti-frágil”, pero nada de esto lo hace invulnerable.
Incluso las personas más robustas y resilientes están sujetas a enfermedades y, como todos, al envejecimiento.
No reconocer estas adversidades puede crear la falsa impresión de que no contar un estado de un óptimo estado de salud es una falla personal o una señal de inferioridad moral o indisciplina, cuando no lo es.
Muchos de los desafíos en salud son simplemente productos de mala suerte.
Por más que uno intenté, no se puede prevenir todo. Hay innumerables variables fuera de nuestro control.
Parte del proceso de reconocimiento también implica cultivar aceptación hacia los desafíos en salud cuando sea que se presenten.
Es decir, practicar estar en paz con cualquier que sea la condición de salud que estemos experimentado, sin aversión ni una sensación de lucha.
Y, a pesar de que no es la condición que queremos, hacer lo posible por mejorarla.
La aceptación y el deseo de mejorar no son incompatibles. Aquí es donde la práctica de meditación puede ser útil.
De forma relacionada, otra parte del reconocimiento de los desafíos en salud que la mayoría de nosotros enfrentamos es darnos cuenta de que no necesitamos tener una salud perfecta para vivir bien.
Lo que buscamos es una suficientemente buena salud para disfrutar nuestras vidas, lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros.
Antes afirmaba que Fitness Vitae te podría ayudar a convertirte en la versión más en forma y saludable de ti.
Pero era una mentira.
Es una meta idealista, pero no realista. Para casi todos es inalcanzable.
Y el sentir que no se ha alcanzado se puede interpretar como una falla personal cuando, de nuevo, no lo es.
Además, ¿cómo se puede saber que ya se alcanzó esta ideal versión a la que no le falta absolutamente nada?
Mi enfoque ha cambiado.
Ahora promuevo apuntar hacia una versión más en forma y saludable de nosotros mismos, una de muchas potenciales versiones.
El objetivo es mejorar nuestro estado actual en la medida que se pueda.
Reflexionar de esta manera sobre las imperfecciones de nuestra salud no elimina sus dificultades, pero puede mitigar parte del sufrimiento psicológico que usualmente las acompaña, y nos puede ayudar a vivir vidas con mayor significado.
En su libro Consolations, el poeta David Whyte elocuentemente expresa esta idea:
“El dolor es gratitud, sobre todo, de la simple posibilidad y el regalo de una vida sin dolor; todo lo demás es un milagroso bonus.”
Estas reflexiones no solo nos benefician a nosotros, sino que conducen a mayor entendimiento, compasión y preocupación por los demás.
En las palabras de Whyte:
“El dolor es el primer paso adecuado hacia la verdadera compasión; puede ser una base para comprender a todos aquellos que luchan con su existencia.”
Mientras que nunca hubiera deseado tener dolor crónico y si pudiera cambiar esta parte de mi vida sin duda lo haría, el dolor se ha convertido en un buen maestro.
Me ha ayudado a ser una persona más compasiva, tolerante, paciente, flexible y agradecida, a estar más presente, a no dar las cosas por hecho, a revaluar mis prioridades y a enfocarme en lo que realmente es esencial.
Cualquiera que sea tu situación de salud actual, espero que esto te haya sido útil.